Acabas de encontrar la mejor excusa para dejar de lado todo lo que tenías que hacer hoy: no hacer nada, en todos sus aspectos, es suelo fértil para las ideas creativas

Para bien o para mal, tirarnos a no hacer nada suele no tener tan buena prensa. Aunque hay algún destello de literatura o noticias que reivindica el descanso por el solo hecho del descanso en sí, la realidad es que lo que tenemos socialmente internalizada es la virtud y la necesidad de ser seres productivos, a toda hora.

Más allá de las consecuencias que vivir enchufados a 220 voltios pueda tener para nuestra salud física, mental, emocional y más, la realidad es que no permitirnos “no hacer nada” también puede tener consecuencias para nuestra capacidad de pensar creativamente.

¿A qué le llamo “no hacer nada”?

Me parece importante “aclarar el estándar”, como solemos hacer en coaching, para que entendamos de qué hablamos cuando hablamos de “no hacer nada”. Como ejercicio ocioso y creativo, encuentré distintas acepciones de lo que esto significa en el lenguaje de todos los días.

1️⃣ Poner en pausa un proyecto creativo

La primera definición tiene relación directa al proyecto en el que estemos trabajando. “No hacer nada”, en este contexto, sería “no hacer nada para que avance mi proyecto”. Sin embargo, las rutinas, los hábitos, otros ámbitos de trabajo y demás, se mantienen.

Personalmente, confieso que me ayuda mucho cada tanto “no hacer nada” para mis proyectos creativos. A veces elijo tener el foco en otro lado, y eso estoy aprendiendo a permitírmelo. Puede ser otra actividad creativa o simplemente cuestiones de rutina o de entretenimiento, pero a veces, el proyecto creativo pierde la chispa de entusiasmo que tiene para mí, y ahí es cuando me doy cuenta de que necesita reposo.

Imagen de Snoopy recostado en el piso bajo una manta a rayas

Este Snoopy anónimo haciendo nada con un mate (¿?) me gustó un montón

Por mucho tiempo no le hice caso a esa sensación de agobio y hastío y seguí insistiendo, hasta que, varias veces, terminé abandonando. Entiendo que para otras personas esto puede ser distinto, algunos necesitan la presión de ponerse una fecha límite para avanzar. En mi caso, eso me da ansiedad y dejo de disfrutar, además, soy bastante buena para cumplir con lo que me propongo. Con lo cual, me permito alejarme un tiempo.

Lo que me gusta de ese distanciamiento en plan “No eres tú, soy yo” es que, al regresar, vuelvo a enamorarme de mi proyecto (y él de mí, claro). Vuelvo a sentir el entusiasmo y la energía de dedicarle tiempo y neuronas a eso que estaba haciendo. En general, si siento eso después de una o dos (¿o tres, o cuatro?) semanas de no estar trabajando intensamente en el proyecto, lo percibo como una buena señal: evidentemente esto no se trataba de un impulso entusiasta, sino que es algo que realmente amaría que vea la luz. Con lo cual, pilas recargadas para hacer eso realidad.

2️⃣ ¡Hasta la vista! Entrar en modo vacaciones

Otro nivel de “no hacer nada”, estar de vacaciones: “Me fui quince días a la costa y no hice nada”. Esa falta de hacer estaría relacionada, en este caso, a las tareas de rutina, al trabajo y posiblemente también al cuidado de otros, dependiendo del caso.

En vacaciones solemos hacer algún viaje y, cuando es así, aunque declaremos no haber hecho nada, en realidad hicimos un montón de cosas: conocemos, recorremos, probamos comidas nuevas, e incluso a veces nos movemos entre culturas e idiomas ajenos a los nuestros. En ese sentido, el “no hice nada por dos semanas” es hacer un montón.

Son interesantes los efectos que el distanciamiento de lo habitual tiene sobre nosotros: movernos en nuevos territorios nos saca de nuestros recorridos neuronales habituales y nos pone en la posición de tener que resolver cosas que en nuestra rutina hacemos de manera automática. Esto da lugar a que pensemos nuevas formas de hacer las cosas.

El efecto sorpresa de lo nuevo despierta en nosotros una actitud de curiosidad e interés por aprender que encontramos muy frecuentemente en los niños y que, como sabemos, es muy propicia para la creatividad. También creo que podríamos coincidir en que la perspectiva que nos da ese distanciamiento es muy fértil para encarar algunas cosas de nuestra vida de manera diferente al volver a casa.

No hacer nada nos pone en contacto con la inmensidad de lo pequeño.

Además de que me encanta viajar, amo estar de vacaciones por el solo hecho de estarlo. La interrupción de la rutina me resulta súper necesaria, y creo que todos podríamos coincidir. Como tantas otras cosas, la pandemia me enseñó que esto tiene su valor también, que no necesito dedicar mis días de vacaciones pura y exclusivamente a viajar. Sacudir los horarios habituales me permite hacer cosas que no suelo hacer en el día a día, o hacer algunas de otras formas, con menos horarios y con más concentración y energía puestas ahí, y eso de por sí despierta en mí formas diferentes de moverme y de hacer, que suelen ser caldo de cultivo para las nuevas ideas.

3️⃣ Simplemente meditar

Otro nivel de “no hacer nada” es el de la meditación. Este “no hacer nada” está relacionado puntualmente a la actividad mental y corporal mismas, a la intención y la práctica de dejar la mente en silencio. Que en ese estado uno esté “no pensando” sería decir demasiado, pero el silencio mental y la quietud del cuerpo, sí podrían pensarse de alguna forma como “no hacer nada”. Sin embargo, cuando meditamos estamos haciendo algo, que es el acto de meditar, con lo cual en esta actividad no nos encontraríamos todavía con el “no hacer nada” más extremo en este espectro que estoy creando.

Lo que más me gusta de meditar es ese distanciamiento que, en los mejores días, logro con toda la actividad de mi mente: no solamente racionalizar, sino experimentar que verdaderamente la realidad que vivo no es más que una película mental que me cuento de lo que sucede, el filtro a través del cual percibo los acontecimientos de mi vida, y que ninguno de nosotros realmente percibe de primera mano.

Cita de J. Krishnamurti, “La verdad es un territorio sin senderos”

“La verdad es un territorio sin senderos”

En ese distanciamiento encuentro la calma y el silencio que me permiten salir del típico estado de alerta que se asocia a emociones como la ansiedad, la preocupación o la fatiga mental, que tantas veces confundo con el cansancio físico. Al haber entrado en contacto con ese estado de calma natural, me resulta mucho más fácil conectar con mi yo creativo después.

4️⃣ Literalmente no-hacer-nada

Sobre todas estas definiciones de “no hacer nada”, hay una más “pura”, más hardcore, y creo que puedo precisarla mejor con una escena cinematográfica (algo hiperbolizada… o tal vez no):

INTERIORES - DORMITORIO DE UNA CASA - MEDIODÍA

Una habitación desordenada, la cama sin hacer. Hay una pila de ropa apoyada en una silla, varios objetos dispersos sobre una cómoda, y otros más abarrotados sobre una mesa de luz. En la cama está acostada una mujer, en pijama. Pasan los segundos, y lo único que hace es mirar el techo.

Este “no hacer nada” es el no hacer nada sin rebajar: saber que hay un montón de cosas que uno podría o incluso debería hacer, algunas otras que le entusiasmarían hacer, pero simplemente, elegir no dedicarse a ellas, sino solamente estar tirado.

Foto de una perra pequeña acostada en la cama

Telma es muy buena no haciendo nada, y envolviéndose en capas de sábanas. Envidiable.

Qué raros estos momentos de estar haciendo nada, ¿no? Son un lujo extraño. Sin embargo, yo creo que tienen un montón de valor. Porque mientras que, cuando no prestamos atención a nuestro proyecto liberamos tiempo para dedicarnos a otras cosas, de vacaciones nos entretenemos con todos los estímulos que tenemos alrededor o con un uso alternativo de nuestro tiempo, y meditando nos enfocamos en el objetivo de silenciar nuestra mente y concentrarnos en nuestro interior, cuando no hacemos nada de manera radical, simplemente dejamos que el tiempo pase.

A diferencia de la meditación, en este transcurrir del tiempo nos permitimos la actividad mental a rienda suelta, con lo cual, le damos espacio también a tener ideas creativas sin poner en juego las mismas formas de pensar que tenemos cuando estamos activamente intentando generar alguna idea o resolver un desafío. Esta no intencionalidad puede ser abono para que surjan ideas distintas a las que suelen aparecer cuando activamos los circuitos de pensamiento que ponemos en juego con la intención concreta de idear o resolver.

No hacer nada y la creatividad se llevan bien

Algo interesante acerca del no hacer nada tiene que ver con cómo reacciona nuestro cerebro a eso. Aunque parezca contradictorio, “no hacer nada” puede fomentar nuestra creatividad. En La ciencia de las (buenas) ideas, Diego Golombek cuenta que, aunque algo como la falta de actividad en nuestro cerebro no existe…

Se calcula que alrededor de la mitad de nuestro tiempo de vigilia es un estado de cierta divagación mental, pero que de ninguna manera apaga el cerebro, sino que enciende una red neuronal “por defecto” (default network). En ese estado se favorece la asociación creativa y quizá, cuando volvemos al mundo, se nos despierte una idea que no sabemos bien de dónde viene.

Esto es bastante sorprendente, y lo sabemos desde hace unas pocas décadas: cuando registramos la actividad cerebral de una persona que está “sin hacer nada”, se activa esta red de conexiones neuronales.

Si eso resulta raro, hay algo más extraño aún: parecido a no hacer nada, hacer algo aburrido también puede despertar nuestra creatividad. Aburrirnos haciendo alguna actividad poco interesante, como una carga de datos repetitiva en un ordenador, “… puede hacer que nuestra mente se encuentre activa en busca de la variedad y la diferencia. Aburrirnos, además, nos deja espacio y tiempo para soñar despiertos, (…) una excelente actividad como usina de ideas”, dice Diego Golombek. ¿Hay algo más creativo que el cerebro? Eso sí que a mí no se me hubiera ocurrido. 😄

Hasta acá hicimos un repaso, algo ocioso, divagante y bastante detallado por las distintas realidades que describe la frase “no hacer nada”, y su conexión con nuestra capacidad creativa. Son varias, y en contra de la mala fama que tiene, no hacer nada en cualquiera de sus definiciones puede ser muy positivo para ponernos en sintonía con nuestra creatividad.

Tú, ¿te animas a no hacer nada en algún momento de la semana? ¿Piensas que podrías? Si decides hacerlo, ¿qué emociones, sensaciones y pensamientos aparecen? Te invito a ponerlo en práctica con curiosidad y apertura y tomar registro de la experiencia… ¡Tal vez encuentres algo nuevo circulando por ahí!

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